Cuando Pippa Middleton se casó con James Matthews el 20 de mayo de 2017, la hermana de Kate Middleton no dudó en invitar a los príncipes Guillermo y Harry al enlace. Y aunque fueron muchos los titulares que se escribieron sobre ella aquel día, los que más llamaron la atención fueron los que se preguntaban por qué Meghan Markle, por aquel entonces todavía solo novia de Harry, no había acudido a la iglesia. ¿Se había atrevido Pippa a no invitarla? ¿O acaso Buckingham prohibía a Harry y Meghan aparecer juntos en este tipo de eventos hasta que anunciaran oficialmente su compromiso?
Mucho se especuló sobre la verdadera razón por la que la americana no estuvo invitada a esta boda. Pero ha sido ahora cuando por fin hemos descubierto la verdad sobre su sonada ausencia gracias a la recién publicada biografía de los Sussex. Un libro en el que se revelan algunos datos inéditos sobre la mediática pareja.
Entre ellos, que fue la propia Meghan la que decidió que no era una buena idea estar en esa boda a la que, efectivamente, Pippa sí la había invitado. Ahora, lo hizo con miedo de que la nueva novia de Harry le robara el foco como ella mismo le hizo a su hermana Kate cuando se casó con Guillermo. De hecho, según este libro, Pippa y su madre dudaron hasta el último minuto si incluir a Markle en la lista de invitados, paro al final la cordura imperó y así lo hicieron.
Consciente de que la prensa iba a analizar hasta el más mínimo detalle de su aparición en el evento, Markle “eligió con mucho cuidado su vestido” para que fuera “un look con estilo pero no demasiado llamativo”. Aunque de nada le sirvió porque ese mismo día, cuando ya estaban listos para irse a la iglesia, Meghan descubrió que la portada del diario The Sun abría con un reportaje en el que comparaban su manera de vestir con la de Pippa.
Fue ahí cuando Markle se lo pensó mejor y acordó con Harry que lo mejor era que el príncipe fuera solo al enlace para evitar que “su llegada juntos se convirtiera en un circo mediático” que arruinara ese día tan especial para Pippa. Claro que Meghan no se quedó de brazos cruzados en casa.
Mientras se celebraba la ceremonia eclesiástica, Markle alquiló un apartamento en AirBnB cercano en el que esperó a que terminara la boda para, más tarde, colarse de incógnito en la fiesta que Pippa y su marido ofrecían a sus invitados. Una recepción privada a la que ya no tenían acceso los fotógrafos en la que destacó pese a ir vestida “con un traje negro muy discreto y habiéndose maquillado ella misma”, aseguran en el libro.
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