Londres, 20 de enero de 1968. En plena ola de frío británico tenía lugar una de las bodas hollywoodienses más esperadas de la década. La joven actriz Sharon Tate daba el ‘sí quiero’ al director de cine polaco Roman Polanski. Un hecho que reuniría a las puertas del registro civil de Chelsea, en King’s Road, a decenas de fotógrafos deseosos de ser testigos de aquella unión donde dos grandes personalidades del mundo cinematográfico unirían sus vidas para siempre. O eso creían.
La belleza natural de la novia de origen estadounidense era indudable. Cuando era pequeña su madre la llevaba a los conocidísimos concursos de belleza alrededor del país en los que, por supuesto, ganaba. El día de su boda, desde luego, la novia no iba a dejar de triunfar (estéticamente al menos). Escogió una de las tendencias más cool de la época haciendo honor a un estilo de vida que hoy sigue siendo pura inspiración. Sharon llevó el diseño más famoso de los swinging sixties, que recordamos en el 51º aniversario de su trágica muerte, el 9 de agosto de 1969, en su mansión de Los Ángeles.
Una inolvidable pieza estilo babydoll firmada por un sencillo nombre: Alba. Una diseñadora tristemente desconocida para el gran público que pertenecía a la élite de Hollywood de los años 60 según cuenta Debra –la hermana de la novia– en la descripción de la página web de Julien’s Auction donde se subastó el traje de novia y fue adquirido por un comprador anónimo (y por supuesto fan de la actriz) por casi 57.000 dólares.
No era la primera actriz de renombre que se casaba de corto, Audrey Hepburn ya lo hizo en 1954, pero este diseño vanguardista protagonista de multitud de reportajes y confeccionado en la mejor seda del mercado en color marfil portaba algunos mensajes ocultos como la gran carga de feminidad y modernidad en términos estilísticos, además de una oda a la corriente hippie.
Las mangas abullonadas, el cuello alto con cintas de terciopelo azul –un guiño a la superstición– y la hilera de botones en la espalda aportaban un efecto mágico al look nupcial dejando a un lado los clásicos vestidos de novia y demostrando que una mujer moderna, como era Sharon Tate, puede arriesgar en un día tan importante. El toque definitivo lo consiguió con unas medias blancas, que estilizaban aún más sus larguísimas piernas, a juego con los tacones estilo Mary Jane. Su cabello dorado y ondulado adornado con flores y pequeños lazos, hizo el resto.
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Medio siglo después este traje forma parte de la historia reciente de la moda. Y con razón. Alguien como Sharon, amante del cine, la moda y todo un icono de la época, no podía pasar desapercibida en su gran día y mucho menos quedar en el olvido.
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